He visto muchas partidas de billar y de cualquier modalidad. Snooker, pool americano, carambolas… Algunas de ellas sensacionales, espectaculares, sublimes. Pero hacía mucho mucho tiempo que no veía una partida de Bola 8 tan increíble como la que se marcó Chris Melling hace unos días en el World Pool Series. Si no la has visto, aquí la tienes:
Lo tiene todo: estrategia, creatividad, riesgo, una pizca de suerte y auténticos bolones al alcance de muy pocos jugadores. Por eso la considero una de las mejores partidas de la historia, si no la mejor. Hay que tener en cuenta que Chris Melling, el protagonista, no es ningún novato: el inglés lleva una larga trayectoria en torneos importantes, ha participado en la Mosconi Cup y por tanto no debería sorprendernos que sea capaz de hacer este tipo de genialidades.
No quiero hacerte spoilers así que antes de seguir leyendo asegúrate de haberla visto hasta al final, ¿Sí? Dicho esto, analicemos semejante partizada.
El primer tiro, la clave
Puede que el primero no sea el más espectacular, pero es el que abre el camino, donde empieza todo. Ese primer tiro por banda fue la clave, lo que marca la diferencia. Porque en vez de defender (que es lo que habría hecho todo el mundo en ese caso), Melling fue al ataque con la bola 4. Y lo hizo con una jugada inteligente que a muy pocos se les habría ocurrido. El nivel de riesgo era alto, sí, pero a esas alturas de partido (nada más empezar), se lo podía permitir.
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El massé estratosférico
Después de salvar el primer tiro de forma brillante, se queda tapado. Muy típico tras un bolón. ¿Solución? Hacer un massé. Pero no una curvita fácil, sino una señora curva larga y controlada para entrar la 2. Una de esas que te obliga a levantar el taco hasta ponerlo casi vertical. Un massé estratosférico, vaya.
Una pizca de suerte.
Tanto en el primer tiro (porque hay un par de truques que permiten que la bola 4 termine cayendo en la tronera) como en la colocación de la blanca después del massé, Melling tiene una pizca de suerte. Siempre es necesaria. Aquí la suerte es que después de entrar la bola 2, se queda perfectamente encarado para la siguiente, lo cual le facilita seguir con la secuencia. Aún así, se ve obligado a estudiar muy bien cómo jugar cada la bola para llegar hasta la última, la más conflictiva.
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Las 4 bandas gloriosas
La colocación para la 7 es defectuosa y eso le obliga a ejecutar un tiro conformista. Eso es, empujar la bola a la tronera sin apenas mover la blanca, dejándola justo en el punto preciso para embarcarse en el tiro más espectacular de la partida. Antes de tirar la 7, Melling sabe que jugará la bola 1 a cuatro bandas. Y sabe que, de entrar, la blanca se queda clavada justo ahí, a un palmo de la negra, y a un paso de la gloria. Visualizar ese tiro antes de ejecutarlo es muchas veces la clave para que se cumpla el objetivo. Y así se cumplió. Un golpe seco, la 1 viaja por toda la mesa esquivando el tráfico, toca cuatro bandas y entra justo por el centro.
Lo dicho, será difícil encontrar una partida de billar más completa y espectacular que esta, ¿no crees?
PD: Melling acabó ganando ese partido a Mika Immonen por 9-3 y perdió en octavos de final.