Para el ojo inexperto, el billar puede parecer un juego de puntería y reflejos. Pero quien se detiene a observar con atención, o mejor aún, a jugar con seriedad, descubre que este deporte tiene una profundidad inesperada. Detrás de cada bola embocada hay una decisión, un cálculo y una visión a medio plazo. Y, a veces, lo más inteligente no es meter la bola, sino dejarla cerca… o evitar que el rival tenga una jugada cómoda.
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